Tradicionalmente, las grandes compañías han tenido un papel fundamental en el impulso de nuevos avances tecnológicos, cuyo impacto no tarda en extenderse y beneficiar a otros sectores, entidades públicas y al conjunto de lo ciudadanos. Sin embargo, desde hace años, algunas de las ideas más interesantes y disruptivas vienen de la mano de las startups, pequeñas empresas con una gran capacidad para hacer las cosas de un modo distinto y a una velocidad supersónica que están ya destacando en ámbitos como las finanzas, los seguros, la salud o la industria 4.0.
Así pues, en un momento como el actual, en el que estamos asistiendo a la rápida transformación de múltiples sectores estratégicos, y en el que analistas y empresarios han advertido que hemos avanzado años de digitalización en apenas unos meses, es necesario hacer una revisión de todo nuestro sistema de apoyo al crecimiento económico y plantearse si está preparado para aprovechar toda la innovación y la disrupción que proviene de las startups.
Desafortunadamente, la respuesta es un “no” sin paliativos. Nuestro ecosistema de startups rebosa talento y capacidad para crear proyectos que aportan soluciones tecnológicas al tejido empresarial, pero no hemos construido los puentes necesarios para conectar a estas empresas emergentes con las grandes corporaciones y las administraciones públicas. Estamos aún en una fase embrionaria de la innovación abierta: comunicación, marketing, inversiones desorbitadas… Pero ahora la realidad nos exige dar un paso más: el talento de estas pequeñas empresas, su capacidad transformadora y su tolerancia al riesgo son imprescindibles para la transformación de nuestro modelo económico.
Sobre este y otros grandes temas versa “La gran travesía del emprendimiento”, mi libro sobre emprendimiento, innovación y tecnología nacido de mi experiencia personal al timón de compañías como Innsomnia, LocalEurope y Tufinanziacion.com
En él, hago un análisis del fenómeno emprendedor en España y apunto algunas grandes líneas de mejora que, en el escenario de gran transformación en el que nos encontramos, son ahora más urgentes que nunca. Si bien es cierto que los emprendedores no acceden a la financiación que necesitan cuando la precisan (nacimiento y riesgo) porque los bancos, principales players de la arena financiera, ni saben ni quieren cubrir el riesgo emprendedor y que España sigue siendo un país burocrático, lento y con una cultura que no tolera bien el éxito de los otros (más bien se castiga), hay algunos brotes verdes: somos buenos inventando cosas, volviendo a crear, usando la tecnología de los demás para alumbrar nuevos servicios; por otro lado, estamos sabiendo emprender en nichos adecuados como salud, finanzas o energía y sostenibilidad entre otros.
Siendo el de las startups uno de los acontecimientos económico de mayor importancia de los últimos 50 años, la pregunta que subyace en este contexto es qué debemos hacer. En mi libro planteo algunas estrategias de alcance público que abarcan aspectos legislativos: segunda oportunidad, mejor fiscalidad, mayor visibilización de los éxitos, pero también asuntos tan urgentes como la consolidación de un ecosistema atractivo para proteger el talento.
Si tuviera que jugármelo todo a una carta sería a esa: no dejar que se nos escapen, apostar porque se queden. No dividirlo todo 17 veces para que cada región tenga lo suyo que puede ser tan poco… Juntarnos, identificar a los buenos y ponerlos a crecer. Formar desde abajo. Recuperar a los que lo intentan y no lo consiguen. Y evitar el estigma. Y juntar a los grandes con los pequeños.
Fuente: Blog de Innovación