Da miedo pensar en el páramo que puede quedar tras la batalla de la emergencia sanitaria: fábricas cerradas, hoteles vacíos, transportistas sin carga, sin transporte; bares cerrados, negocios que se traspasan, despachos que no despachan; niños a medio hacer entre un curso y el que viene aunque no sepamos aún cuándo vendrá, abuelos otra vez al frente de una legión de nietos cuyos padres varan o se asolan y aquietan, madres desempolvando el disfraz de superheroína (¡otra vez!) igual que hace diez, doce años; administraciones sin recursos que administrar y gobiernos fallidos que se pelean por un palmo de arrogancia, por la miseria de otro saco de votos; cuervos de lo financiero con apetito infinito para hacerse con materias primas e infraestructuras y grandes empresas a cambio de un puñado de euros con el que poder hacer frente a los intereses de los intereses; gente en la calle, ahíta del esfuerzo hercúleo por mantener a sus familias con lo que nos sobre o lo que tengamos a bien dar como limosna, pueblos exhaustos de imaginar un futuro mejor y que ahora no tienen horizonte, no saben ya lo que vale una verdad y poco les importará seguir viviendo en la gran mentira de la historia… Da pánico pensar que la victoria será paupérrima.
Le doy la vuelta a la moneda. Veo luz en la otra cara de la luna. Así no podíamos seguir. Y más allá de la geopolítica y del futuro rol de China en el mundo, aquí, en Europa, ya va siendo hora de sentar las bases de un nuevo renacimiento. Tenemos que volver a producir cosas para no depender tanto de lo de fuera y esta vez sí, tenemos que hacerlo todo limpio y digital. Podemos formar a la gente que sale del sector servicios en digitalización para la industria y amortiguar así el palo del posible desempleo brutal. Nuestra sanidad tiene que saltar al futuro: teleasistencia y telemedicina, impresión 3D, ADN digital, gemelos digitales, medicina de predicción… Nuestros médicos tienen que dejar de ser héroes para convertirse en profesionales súper valorados y mejor pagados. Podemos cambiar la educación, hacerla toda nueva con las herramientas digitales; podemos cambiar nuestra cultura de trabajo y hacer menos horas pero más efectivas y estarnos más en casa porque basta con conectarse y hablar (en muchos casos). Podemos pintarlo todo de verde: el mundo tiene que ser sostenible y ahí Europa tiene una mina capaz de emplear a millones de europeos. En el ámbito de las personas será importante no olvidar que aquella carrera al galope por crecer y crecer y crecer, se ha terminado: el renacimiento es también una mirada interna para volvernos más humanos, para reconectar con las esencias perdidas.
Habrá quien diga que no hay ni dinero ni tiempo y que debemos mucho y que en el sur sólo sabemos poner cañas y ofrecer servicios. ¡Y una mierda! Se puede, eso sí, será necesario un gran compromiso colectivo: the main deal… Y si al final no se pudiera no se me ocurre mejor forma de morir que en este intento.
Fuente: El Mundo
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